Dolores Noemí López Candan de Rigoni, conocida como Lolín, falleció este martes a los 100 años, dejando una huella indeleble en la lucha por los derechos humanos en el Alto Valle. Última representante activa de las Madres de Plaza de Mayo de Neuquén, su compromiso con la memoria y la justicia continuó intacto hasta sus últimos días.
Incluso en 2025, con un siglo de vida, se mantenía firme en las tradicionales rondas del tercer jueves de cada mes en el monumento a la Madre, ubicado en avenida Olascoaga. En ese espacio simbólico, caminó una y otra vez con el pañuelo blanco como bandera, acompañando a quienes siguieron su ejemplo de lucha silenciosa pero constante.
El pasado 30 de abril, en el aniversario de la creación de Madres de Plaza de Mayo, envió un mensaje al Aula Magna de la Universidad Nacional del Comahue. Allí reafirmó su pedido de justicia por los crímenes de la dictadura y alentó a las nuevas generaciones a continuar la causa que ella sostuvo durante más de cuatro décadas.
La vida de Lolín estuvo atravesada por pérdidas profundas. Su hijo Roberto fue secuestrado y asesinado por la dictadura en 1980, y su cuerpo apareció cuatro días después en González Catán. A lo largo del tiempo también perdió a su esposo Toto Rigoni, a su otro hijo Ricardo y recientemente a su amiga y compañera Inés Ragni.
A pesar de todo, quienes la conocieron destacan su lucidez y fortaleza inquebrantables. Desde aquel 30 de abril de 1977 en la Plaza de Mayo hasta los últimos actos en Neuquén, Lolín encarnó la resistencia civil más poderosa: la de las madres que convirtieron el dolor en memoria colectiva.