sábado, octubre 4, 2025
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Epu Lauquen: 52 años custodiando vida, memoria y silencio

Lagunas, bosques, aves y huemules conviven con huellas de pueblos originarios y relatos históricos en este rincón del noroeste neuquino que celebra un nuevo aniversario.

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En el noroeste neuquino, donde la estepa patagónica se desdibuja en los pliegues de la cordillera y los vientos silban como si llevaran mensajes antiguos, se extiende el Área Natural Protegida Epu Lauquen. Son 7.450 hectáreas de belleza agreste, un mosaico de lagunas, bosques de lenga y ñire, pastizales altos y paredones de piedra que se elevan como guardianes milenarios.

Para llegar hay que recorrer 45 kilómetros desde Las Ovejas por las rutas provinciales 43 y 45. El camino avanza serpenteante entre coirones y mallines, y de a poco la geografía se vuelve más íntima y majestuosa. Epu Lauquen —“dos lagunas”, en mapuzungun— es un lugar que no se visita: se habita por un rato.

Año tras año, cuando se celebra un nuevo aniversario (hoy 4 de octubre cumple 52) de su creación como área protegida, este rincón remoto recuerda por qué fue y sigue siendo un refugio natural, histórico y cultural único en Neuquén.

Epu Lauquen es un territorio donde convergen dos grandes regiones biogeográficas: la estepa altoandina y la patagónica. En la primera, las plantas se achaparran y se abrazan en cojines para resistir el viento y la nieve; en la segunda, extensos pastizales de coirones se mecen como mares dorados.

Entre ambos paisajes, florecen especies únicas: la huala y el radalillo, la mariposita y la puya, que puntean el verde con destellos inesperados. Sobrevolando, anidan y migran más de 150 especies de aves. El Huet Huet castaño canta como si golpeara la tierra con su voz; el cóndor andino planea inmenso, como si trazara círculos de tiempo; y bandurrias, biguáes y macáes custodian las orillas.

Entre los mamíferos, los tunducos, zorros colorados y pumas dejan huellas sigilosas, mientras el huemul —el ciervo nativo en peligro crítico de extinción— representa uno de los mayores tesoros biológicos del área. También nadan aquí peces nativos como el pejerrey patagónico, el puyen chico y la perca, habitantes silenciosos de las lagunas Superior e Inferior.

Huellas humanas, huellas profundas

Mucho antes de ser área protegida, Epu Lauquen fue territorio de pueblos originarios. Petroglifos grabados en la piedra testimonian su paso y su vínculo con el paisaje.

Más tarde llegaron los pehuenches y, en un episodio singular de la historia americana, entre 1820 y 1832 esta zona albergó a los Pincheira, una familia de bandoleros realistas que resistió la independencia hasta la última batalla, librada entre las dos lagunas el 14 de enero de 1832. Las rocas y los lagos fueron testigos mudos de aquel choque entre dos épocas.

Epu Lauquen es, en ese sentido, un palimpsesto: sobre la misma geografía se superponen capas de historia natural y humana que, al recorrerlas, resuenan como un eco largo y persistente.

Guardaparques: custodios del silencio activo

Tres personas conocen Epu Lauquen como pocos: Emmanuel, Nehuen y Wenceslao, guardaparques con trayectorias diferentes pero una pasión común.

“Un nuevo aniversario siempre es una alegría inmensa —dice Emmanuel—. Ya sabemos la importancia biológica y cultural de Epu. Es una fecha que todos los que amamos la naturaleza conmemoramos con alegría y respeto”.

Wenceslao empezó hace 20 años, cuando ser guardaparque era una tarea silenciosa y muchas veces poco comprendida. “Fue un desafío enorme, una lucha por cambiar paradigmas”, recuerda.

Nehuen y Emmanuel se incorporaron hace una década, luego de formarse lejos de Neuquén con el sueño de volver y aportar su conocimiento aquí, donde la naturaleza parece hablar en susurros. “Queríamos reforzar lo que se venía haciendo y seguir aprendiendo de los compañeros y de los investigadores que vienen cada temporada”.

Su rol combina monitoreo, control, educación y una enorme dosis de observación paciente. Son ellos quienes detectan cambios en la fauna, quienes participan en investigaciones sobre el huemul y especies nuevas, quienes recorren a caballo los cajones cordilleranos para colocar cámaras trampa. “Es un trabajo silencioso pero fundamental —explican—. Somos quienes estamos en el campo, registrando datos que luego sirven a biólogos y científicos para tomar decisiones”.

Anécdotas que laten

Cuando se les pregunta por recuerdos, sonríen. “Tenemos infinitas anécdotas”, dice Wenceslao. Días enteros de cabalgatas en medio de nevadas, encuentros con turistas que vuelven año tras año y los saludan por su nombre, discusiones tensas cuando hay que defender el área de acciones ilícitas.

Durante la pandemia, cuando la actividad humana se redujo al mínimo, notaron algo revelador: “La cantidad de aves aumentó muchísimo en los bosques. Se podía ver al carpintero gigante con más frecuencia, como si la naturaleza respirara más tranquila”.

También destacan el impacto positivo de la ordenanza que prohíbe el ingreso de mascotas exóticas: “Muchas especies acuáticas que nidifican en las costas se vieron favorecidas y su población creció”.

La comunidad como aliada

Epu Lauquen no es un espacio aislado de la vida local: forma parte del tejido comunitario de Las Ovejas y del Alto Neuquén. Cada temporada, vecinos esperan con orgullo la apertura del área para visitarla en familia.

“La mayoría de los visitantes locales asumen un rol activo en la conservación —cuentan los guardaparques—. Es un amor propio que se nota”. La educación ambiental también tiene su lugar. Si las escuelas no pueden venir durante la temporada, el área va a las escuelas: presentaciones, charlas y materiales permiten que los niños y niñas conozcan la reserva con el lema que guía su trabajo: “No se cuida lo que no se conoce.”

Cada aniversario de Epu Lauquen es más que una efeméride: es un recordatorio de que este lugar sigue vivo gracias a una combinación de leyes, saberes, memoria y trabajo cotidiano. Celebrar aquí no es cortar una torta ni izar una bandera. Es cabalgar bajo el viento frío, observar en silencio la huella de un huemul, escuchar el eco de los Pincheira entre las montañas, ver a los chicos liberar su primer pejerrey patagónico en la laguna.

Es saber que este rincón de la provincia es un refugio de vida y de historia. Que los guardaparques, las comunidades locales y las especies que habitan estos bosques son parte de una misma trama, tejida entre lagunas, viento y memoria.

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